“Ahora, pues, si diereis
oído a mi voz, y guardareis mi pacto, vosotros seréis mi especial tesoro sobre
todos los pueblos; porque mía es toda la tierra. Y vosotros me seréis un reino
de sacerdotes, y gente santa. Estas son las palabras que dirás a los hijos de
Israel” (Éxodo 19:5, 6).
Tres meses después de salir de Egipto, llegaron al desierto de Sinaí. Una parada rumbo a Canaán. Dios vio que era
necesario que su pueblo pase por Sinaí antes de ir a la tierra prometida. ¿Con
qué propósito los llevó hasta Sinaí? La razón del porqué el pueblo de Israel
tenían que pasar por Sinaí antes de ir a Canaán radicaba en que debían conocer
el propósito de Dios para ellos. Como
ya dijimos antes, no hay nada de lo que Dios haga que no tenga un propósito.
Dios tenía un propósito para ellos, y ellos debían saberlo directamente de
Dios: (1) reino de sacerdotes y (2) gente
santa, y para que esto sea real, el pueblo de Israel debía ser obediente,
debía guardar su pacto.
Reino de sacerdotes
El propósito de Dios para los israelitas era extraordinario. Los
israelitas serían un linaje tanto real como sacerdotal: reyes y sacerdotes. En mundo infestado por la maldad, debían ser reyes
morales y espirituales en el sentido de que prevalecerían sobre el reino del
pecado (Apoc.20:6), serían cabeza y no cola (Dt.28:13) ya que tendrían una vida
de prosperidad. Y serían sacerdotes
porque debían ser los intermediarios entre Dios y los paganos, debían, en
oración y alabanzas y sacrificios interceder antes Dios, por aquellos que no
pertenecían al gran pueblo de Dios. El propósito que Dios tenía para su pueblo
era realmente maravilloso.
Gente santa
El segundo propósito de Dios para los israelitas era especial: Serían
una nación santa. El pueblo de Dios
debía ser diferente de las otras naciones, serían gente consagrada al servicio de Dios. El ser santo no indica impecabilidad o perfección, pero indica ser separado de lo mundano para un uso
sagrado, para Dios. Y es que un Dios Santo exige un pueblo santo (Mt. 5:48, 1
Ped. 1:16). El pueblo de Israel fue llamado a ser un pueblo santo, separado por
Dios para una misión especial, serían los que prepararían el camino para la
venida del Mesías, Jesús.
¿Cómo llegarían a ser un
reino de sacerdotes y gente santa?
La respuesta está en la
siguiente declaración: “Si diereis oído a mi voz y guardareis mi pacto” (Ex.19:5).
Parece obvio, no lo es. Es mucho más serio de lo que parece: El pueblo debía
ser obediente. Y al ver la historia
dela humanidad podemos notar que es lo que más le costó hacer. La desobediencia
era un asunto natural en cada ser humano, fue la causa de la entrada del pecado
al huerto de Edén. ¿Es tan difícil ser obediente? Lo es, y tú yo lo sabemos en
experiencia propia.
Hoy es un nuevo día. El mismo propósito que Dios tenía para el pueblo
de Israel es el que tiene para nosotros hoy, desea que tú y yo seamos
sacerdotes y santos. Que trabajemos que personas que no pertenecen al pueblo de
Dios, tengan esperanza. Conozcan del maravilloso amor de Dios. Y para que
nuestra obra sea efectiva debemos ser santos, separados, diferentes a los
demás. La pregunta es, ¿Cómo lo lograremos? Unidos a Cristo, pues dice Jesús “separados
de mí nada podéis hacer” (Jn. 15:5). Solo tomados de la mano de Jesús,
conectados a Jesús podremos ser obedientes al pacto de Dios, hacedores y no
solo oidores de la verdad. Para ir a Canaán, es necesario recordar el
propósito: Somos llamados a ser reino de sacerdotes y gente santa.
Buen día!
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¡Dios te bendiga mucho!
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