“Y viendo Faraón que la lluvia
había cesado, y el granizo y los truenos, se obstinó en pecar, y endurecieron
su corazón él y sus siervos. Y el corazón de Faraón se endureció, y no dejó ir
a los hijos de Israel, como Jehová lo había dicho por medio de Moisés” (Éxodo
9:34, 35).
Las
predicciones de Dios no son necesariamente sus decretos. La decisión siempre
será del ser humano. Así como la luz solar derrite la cera y endurece la
arcilla, la misma manifestación del poder de Dios hace que muchos lo obedezcan
y otros, como Faraón, simplemente endurezcan sus corazones.
Faraón
podía ver cómo su próspero reino era reducido a miserias. Todo era un caos. Una plaga, y después otra: sangre en cada gota de agua, ranas por doquier, piojos como polvo, moscas de todo tipo, muerte de sus ganados,
úlceras y heridas en la piel, granizos grandes mezclados con fuego… y aún
faltaban tres plagas más. Faraón sabe que todo fue por causa suya. Lo entiende
bien, y es por ello que dice: “He pecado
esta vez; Jehová es justo, y yo y mi pueblo impíos. Orad a Jehová para que
cesen los truenos de Dios y el granizo, y yo os dejaré, y no os detendréis más”
(Ex.9:27, 28). Faraón reconoce que ha pecado contra Dios, y su pecado es haber
endurecido su corazón.
El
texto de hoy muestra que la dureza del corazón del Faraón no es responsabilidad
de Dios. Fue el Faraón quien endureció su corazón. Este detalle ha perturbado a
los lectores de la Biblia por mucho tiempo, pues en varias oportunidades la
Biblia menciona que: “Dios endureció el
corazón del Faraón” (Ex. 9:12; 10:1, 20, 27; 11:10; 14:4, 8, 17),
insinuando que Dios, efectivamente, endureció
el corazón del monarca egipcio. No obstante, y por si esto fuera poco, también
vemos que Dios mismo lo predijo: “yo
endureceré su corazón, de modo que no dejará ir al pueblo” (Ex. 4:21 cf. 7:3). ¿Pudo Dios hacer eso?
Me impacta la
declaración siguiente: “A la verdad yo te
he puesto para mostrar en ti mi poder, y para que mi nombre sea anunciado en
toda la tierra, ¿Todavía te ensoberbeces contra mi pueblo para no dejarlos ir”
(Ex.9:16, 17). Dios tenía un plan para el Faraón (Dios quieta y pone reyes –
Daniel 2:21), y bien pudo ser un instrumento de Dios, pudo haber sido una
bendición. Así como lo fue Ciro (Is. 44:28; 45:1-7). ¿Te imaginas si el Faraón
después de la primera entrevista con Moisés y Aarón hubiera dejado ir al pueblo
a adorar a Dios? Hasta hoy se hablaría del Faraón que dejó libre al pueblo para
adorar a Jehová, así como Ciro rey de los Medos y Persas.
Tu
historia no está predestinada, no. Tú tienes la decisión. Las predicciones de
Dios no son necesariamente sus decretos. La decisión siempre será del ser
humano. Así como la luz solar derrite la cera y endurece la arcilla, la misma
manifestación del poder de Dios hace que muchos lo obedezcan y otros, como
Faraón, simplemente endurezcan sus corazones.
Hoy
es un día nuevo. No persistas en tu pecado, en tu error. No vale la pena. Las plagas
y desgracias que llegan a tu vida muchas veces son permitidas por Dios para que
aprendas lecciones y recurras a Dios. Pero muchos, como el Faraón, en tiempos
de dolor, de lágrimas buscan a Dios y se “arrepienten”, reconocen su error,
pero cuando las cosas se calman, cuando Dios los sanó, vuelven a su vida
antigua y siguen con su actitud rebelde y cruel. ¿Dios hizo un milagro en tu
vida? Ve no y peques más (Jn.8:11).
Buen día!
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¡Dios te bendiga mucho!
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