¿Te imaginas que llegue el día en el que alguien te diga: "Déjame acompañarte a tu iglesia, pues sé que Dios está contigo"? No, no es un imposible si tan solo entendemos el por qué y para qué Dios nos ha llamado a ser parte de su pueblo. Eso dice el texto de hoy:
»Así dice el Señor Todopoderoso: “En aquellos días habrá mucha gente, de todo idioma y de toda nación, que tomará a un judío por el borde de su capa y le dirá: ¡Déjanos acompañarte! ¡Hemos sabido que Dios está con ustedes!” » (Zacarías 8:23).
El mensaje de Zacarías para hoy tiene que ver con una promesa real que Dios le hizo a su pueblo después de volver de Babilonia. Después de haber estado en condición de esclavos, ahora Dios les promete que si ellos son fieles y cumplen el propósito como pueblo remanente de Dios, habrían bendiciones extraordinarias y toda la gente se maravillaría de modo que "pedirían voluntariamente" ser parte de ese pueblo, ser parte del pueblo de Dios.
Hay muchas personas que no son atraídas a Dios simplemente porque no encuentran a un pueblo que refleje a un Dios tal como las Escrituras dicen. Con nuestras vidas predicamos más y mejor que con nuestros labios. ¿Cuán importante es entonces el testimonio personal?
El plan de Dios era que Jerusalén volviera a ser un lugar seguro, en el que los ancianos podrían sentarse en las calles llenas de niños juguetones (Zacarías 8:4, 5). Para los que habitaban en una ciudad arrasada por conquistadores, la promesa de calles seguras para jóvenes y ancianos sonaba como un sueño.
En lugar de permanecer para siempre como una pequeña nación subordinada, el pueblo de Dios debía ser un imán al cual las naciones se acercaran para adorar al Señor, el Rey de toda la tierra (Zacarías 14:9). El uso de la expresión “de toda lengua”, en Zacarías 8:23, indica que la profecía preveía un movimiento universal.
La iglesia de Cristo, también llamada “el Israel de Dios” (Gálatas 6:16), posee el privilegio, en nuestro tiempo, de tener una parte en esa misión. Hemos de llevar la luz de la salvación a los confines de la Tierra. De ese modo, el pueblo de Dios puede ser una gran bendición para el mundo. Eso no sería gratis, el pueblo entonces debía ser un pueblo de buen testimonio. Lo mismo sucede hoy. Más gente es impactado por lo que hacemos que por lo qué decimos. Podemos hablar bonito, pero cuando nos ven actuar todo lo que hemos construido con discursos es derribado simplemente por nuestros actos.
El mejor sermón y el más difícil de ser predicado es el testimonio personal. La gente conocerá que somos discípulos si somos capaces de mostrar Su amor, el amor de Dios en la plenitud que es (Juan 13:34).
¿Cuánto gastamos en propagandas, afiches y más invitaciones para que las personas asistan a nuestras iglesias en las campañas de evangelismo? ¿No sería mejor que invirtiéramos en nuestras vidas? Claro que sí, pero no con una inversión económica sino con una espiritual, a los pies de Jesús, siendo transformados de día en día y de victoria en victoria... todos los días en la primera hora de cada mañana. Dios tiene un propósito real y maravilloso, solo necesita nuestro corazón dispuesto.
¡Feliz día!
Pr. Heyssen Cordero Maraví
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Excelente Reflexión, gracias
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