“Y Jehová habló a Moisés, diciendo: Habla a Aarón y dile: Ninguno de tus descendientes por sus generaciones, que tenga algún defecto, se acercará para ofrecer el pan de su Dios” (Levítico 21:1, 2).
Si Dios demandaba santidad exclusiva de su pueblo para con Él, lo que demandaba de sus sacerdotes, o de los hijos de Aarón puede parecer extremo para un lector actual de la Biblia. Y es que la vida del sacerdote o ministro de Israel debía ser intachable, irreprochable en todos los aspectos de su vida. Debía conducirse de manera diferente y especial incluso en temas de funerales, el matrimonio y la familia.
Sin embargo, lo que quizás resulta más extremo y radical, es la “discriminación” de todo hijo de Aarón que tuviera algún defecto físico (Levítico 21:16-23). Es decir, que no podía haber sacerdote que sirva en el templo como tal, con defecto alguno.
Lo que resulta interesante es que los sacerdotes, no solo debían ser intachables moralmente, sino que debían también serlo físicamente. Así, la pregunta natural, que todo lector sincero de la Biblia se hace es, ¿por qué? Se puede entender que se hable de una vida irreprochable moralmente, pero ¿físicamente? Esto puede ser duro de entender porque vivimos en tiempos donde valoramos o estamos llamados a valorar a las personas discapacitadas o con habilidades especiales o diferentes, pero en aquellos tiempos esto no era posible.
Sin embargo, nuestra visión cambiaría, si entendiéramos que en aquellos tiempos, esto debía ser así porque todos el sistema sacerdotal y el sacerdote, por supuesto, representaba a Cristo, como el sacerdote perfecto. El sacerdote debía ser “perfecto” porque Cristo es el sacerdote perfecto, no podía haber mancha alguna ni defecto. De otro modo, no sería nuestro Salvador. Esa era la razón del porqué no debía haber defecto alguno, ni moralmente y físicamente.
Hoy, esto ya pasó, pero hay lecciones que debemos considerar como real sacerdocio, y nación santa (1 Pedro 2:9). Dios también demanda de todos nosotros una vida irreprochable, una vida exclusiva y dedicada, consagrada a Él. ¿Amén? Esto solo será posible en la medida en que estemos en comunión con Cristo.
Feliz día.
Pr. Heyssen Cordero Maraví
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