Después de su sermón al pueblo de Israel, Moisés insta al pueblo a que no se conformen en solo ser oidores de la Palabra de Dios sino que la “guarden”. Y este detalles es importante destacar. Con frecuencia escuchamos grandes sermones, lindas exposiciones, excelentes seminarios y somos conmovidos por los argumentos y verdades, y hasta por la emoción. Todos declaramos: ¡amén! Y hasta derramamos algunas lágrimas. Pero, volvemos a casa, salimos del auditorio y muchos hasta se olvidan de qué trató el sermón, o simplemente la emoción pasó, y todo vuelve a ser lo mismo.
Por eso Moisés no se conforma con los “amenes” del pueblo, y los insta a guardar los mandamientos, a cumplir las ordenanzas que Dios ha dicho (Deuteronomio 27:1). Y si esto fuera poco, también les dice que deben tenerlo siempre presente en su morada en la tierra prometida (v.2). ¿Cómo así?
“Y el día que pases el Jordán a la tierra que Jehová tu Dios te da, levantarás piedras grandes, y las revocarás con cal; y escribirás en ellas todas las palabras de esta ley, cuando hayas pasado para entrar en la tierra que Jehová tu Dios te da, tierra que fluye leche y miel, como Jehová el Dios de tus padres te ha dicho” (v.2-3).
Dios quería que Israel no sea solo un oidor de la Palabra, sino que sea un hacedor. Sin embargo, también les dice que una vez que hayan entrado a la tierra prometida debían erigir un altar y en piedras con cal, debían escribir todas las leyes que Dios había dado. Es difícil creer que se escribieran todos los sermones de Moisés de parte de Dios en piedras. ¡Cuántas piedras serían! No obstante, es posible que solo se hayan escrito el resumen de todo, en los 10 Mandamientos. Pues le dice: “Y escribirás muy claramente en las piedras todas las palabras de esta ley” (v.8,9). De cualquier modo, estas piedras debían ser naturales, sin intervención de ningún herrero o instrumento (para que nadie se gloríe de haber escrito o intervenido en la Palabra de Dios), y debían estar con cal para que todos pudieron notar lo que decían las Escrituras.
Finalmente, como en todos los sermones de Dios, por medio de Moisés hace un llamado a vivir en obediencia, pues hay bendiciones para los obedientes y maldiciones para los desobedientes. Simple y sencillo, todos serán recompensados. Separados en dos grupos en el Monte Gerizim estarían los que bendecirían el pueblo, y en el Monte señal, los que maldecirían al pueblo desobediente.
Esta escena dramática se cumplió en Josué 8:32-35. En los días de Josué, sucedió después de una amarga derrota, luego de un dramático arrepentimiento y recuperación en Hai (Josué 7-8). Después de la victoria en Hai, Josué quiso hacer todo lo posible para caminar en obediencia, por lo que guió a la nación en obediencia a este mandato en Deuteronomio 27.
Josué se mostró a sí mismo como un hombre del Libro, e Israel como un pueblo del Libro; ordenarían sus vidas según la Palabra de Dios. Esto se hizo incluso con algún costo o inconveniente; la distancia de Hai a Ebal y Gerizim no era poca distancia para que todas las tribus de Israel recorrieran (de 20 a 25 millas).
No basta oír la Palabra de Dios, es necesario obedecerla. El interés de Dios es que podamos ser bendecidos, por ello pone delante de nosotros lo que agrada a Dios para hacerlo, y pone aquello que no nos lastimará ni lastimará a los demás, para hacernos feliz. Dios es como un padre que te dice: “haz esto y aquello para tu bien. Y eso y lo otro, no lo hagas, es para tu mal”. Dios conoce todo, sabe lo que nos hará bien y no, por eso nos exhorta a hacer lo que nos hará bien, y a desechar lo que nos hará mal.
Que hoy podamos tomar las mejores decisiones para ser bendecidos.
Feliz día.
Pr. Heyssen Cordero Maraví
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