Israel era un pueblo difícil. Desde su salida de Egipto se puede notar con claridad su espíritu corrupto, rebelde e independiente. Así fue en el desierto, en el tiempo de los jueces, y en la monarquía. De alguna manera u otra siempre terminaban haciendo su propia voluntad en vez de hacer la voluntad de Dios. A pesar de tener la Ley, a los profetas y la misma presencia de Dios a través del Santuario, el pueblo siempre “sembró iniquidad”.
¿A dónde nos puede llevar nuestra propia voluntad? La Biblia es clara: A LA DESTRUCCIÓN. Tanto Israel como Judá (ya reinos divididos) fueron destruídos por los asirios y babilonios respectivamente. Y es que ese es fin de todo aquél que hace las cosas como desea, ignorando o rechazando a Dios y a Su Palabra como su única regla de vida. Y esto NO ES CASTIGO, no, no lo es, es simplemente cosechar lo que sembramos. Al menos en el capítulo de hoy esta verdad es más que evidente.
En la agricultura podremos encontrar al menos dos leyes que nos pueden ayudar a entender el mensaje de hoy: (1) Sembramos poco y cosechamos en abundancia, y (2) cosecharemos lo que hemos sembrado, ni más ni menos.
1. COSECHAMOS MÁS DE LO QUE SEMBRAMOS. El capítulo 10 de Oseas inicia diciendo: “Israel es una frondosa viña, que da abundante fruto para sí mismo...” (v.1). Esto es más que real. Siembras un grano de maíz y cosecharás por lo menos de dos a tres mazorcas y esto te da cientos de granos. Tristemente el verso continúa diciendo: “conforme a la abundancia de su fruto multiplicó también los altares, conforme a la bondad de su tierra aumentaron sus ídolos” (v.1). Lamentable.
2. COSECHAMOS LO QUE SEMBRAMOS. El texto dice: “Habéis arado impiedad, y segasteis iniquidad; comeréis fruto de mentira, porque confiaste en tu camino y en la multitud de tus valientes” (Oseas 10:13). El pueblo de Dios “aró” impiedad y cosechó eso mismo. Nada más y nada menos. El pueblo de Dios “comerá fruto de mentira” porque sus decisiones estuvieron basados en sus pensamientos mentirosos y en la fuerza y valentía de los hombres de carne y hueso en vez de confiar en Dios.
¿A dónde nos pueden conducir nuestras propias decisiones? A sembrar mal y cosechar mal. ¿A dónde nos pueden llevar nuestra confianza en los “valientes de este mundo”? A sembrar mal y cosechar mal. En cambio, si seguimos la dirección de Dios y confiamos en Él, sembraremos bien y conservaremos bien.
Hoy es un nuevo día. ¿Cómo estás sembrando? ¿Qué estás sembrando? Tú puedes tener la plena seguridad de que Dios quiere ayudarte a sembrar, a tomar buenas decisiones que te harán sonreír en un futuro a través de tu familia, de tus hijos, de tu salud...
Dios nos invita hoy: “Sembrad para vosotros en justicia, segad para vosotros en misericordia; haced para vosotros barbecho; porque es el tiempo de buscar a Jehová, hasta que venga y os enseñe justicia” (Oseas 10:12). No todo está perdido, aún hay gracia, hay oportunidad. Toma decisiones buenas, correctas, tómalos de la mano de Dios. ¿Amén?
¡Feliz día!
Pr. Heyssen Cordero Maraví
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