David no solo fue bendecido al tener un selecto grupo de líderes religiosos y espirituales que guiaban las acciones en el templo y Santuario, sino que también tenía un poderoso ejército liderados por jefes de las dice tribus y un equipo de administradores que cuidaban de la hacienda del rey. ¡Así es nuestro Dios! Dios bendice de manera integral, completa y plena.
Sin embargo, toda esta bendición también produjo orgullo en el Rey David, motivo por el cuál fue tentado a “censar” al pueblo de Israel para determinar claramente el número de hombres que su ejército tenía, o podía tener (v.24 cf. 2 Samuel 24, 1 Crónicas 21:1-4). El censo daría motivos más que suficientes a David para que se sienta orgulloso de todo lo que había logrado.
En el AT tener muchos hijos, era motivo para sentirse orgulloso como padre, y tener muchos hombres o un ejército numeroso era más que suficiente para hacer sentir orgulloso a un rey. David era un ser humano, y se olvidaba que todo lo que había logrado era por mano de Dios. Nada de lo que tenía era por su capacidad en combate, su inteligencia y estrategia, tampoco por su buena administración, no. Dios ya le había dicho que “él multiplicaría a Israel como las estrellas del cielo” (v.23). En otras palabras Dios le dice: “no importan cuantos sean, YO LOS HARÉ CRECER HASTA QUE NO PUEDAN CONTARSE”. El pecado de David, y motivo por el cual murieron 70 mil personas (1 Crónicas 21), fue el orgullo. Ese pecado que se originó en el cielo, en Satanás, es el que nos lleva a la ruina hasta hoy. Grandes líderes, hombres de Dios se perdieron porque dejaron de reconocer y de depender de Dios.
¿Por qué somos así? Al principio actuamos “humildes”, gratos siempre a Dios y dándole todo el crédito a quien realmente se merece, a Dios. No obstante, cuando pasa el tiempo y estás acostumbrado a verte siempre en la cima del poder, de la fama, de la gloria, sientes que en gran medida lo que haz conseguido es por Dios, pero algo de bueno tuviste que haber hecho. Y eso te genera orgullo, y así, poco a poco vas alejándote de Dios y cediendo paso a paso a lo que el enemigo quiere: QUE TE OLVIDES DE DIOS, o no lo reconozcas completamente como tal.
El éxito en la vida cristiana no radica en lo mucho que tengas, sino en lo mucho que reconozcas a Dios. Recuerda que no siempre las “riquezas” que tengas es porque estás haciendo las cosas bien. Y no siempre los que menos tienen es porque están haciendo las cosas mal. ¿Cómo estar seguro entonces? La respuesta está en la primera hora de cada mañana y en la obediencia que muestras a Dios. Si soy obediente a Dios y fiel, aunque esté en medio de la miseria, sabré que estoy en paz. Esto es trágico y duro, pero a la luz de la Biblia es así.
Feliz día.
Pr. Heyssen Cordero Maraví
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