“Comenzó Salomón a edificar la casa de Jehová en Jerusalén, en el monte Moriah, que había sido mostrado a David su padre, en el lugar que David había preparado en la era de Ornán jebuseo” (2 Crónicas 3:1).
A veces pensamos que la obra de Dios nos necesita. Solemos sentirnos tentados a creer que, a causa de nuestra experticia, dones y talentos, la iglesia nos necesita y que nuestra obra es tan importante que nadie podría reemplazarla. Tal suposición es un error, una idea falsa de cómo funciona la obra de Dios.
Dios no necesita del ser humano para su obra, somos nosotros quiénes necesitamos de la obra de Dios para crecer en gracia. En ese sentido, la obra de Dios se hará con, o sin nosotros, y es que la obra de Dios lo dirige Él (Dios).
David hizo todo el trabajo previo a la construcción. Diseños, materiales y recursos, separó el terreno y demás detalles, y cuando pensaba que construiría el templo a Jehová, simplemente Dios le dijo que no. David probablemente argumentó y sostuvo que ya estaba todo listo y que nadie estaría más calificado que él para construir el templo. Sin embargo, Dios ya le había dicho que no.
Finalmente, el capítulo de hoy nos dice que Salomón continuó la obra de David. Dios levantó a Salomón para continuar su obra. Y Salomón lo hizo con creces. Esto nos enseña que la obra de Dios continuará siempre. Dios siempre levantará a los idóneos para realizar su obra. Somos importantes, no imprescindibles.
Feliz día.
Pr. Heyssen Cordero Maraví
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