“Entonces sacó Asa la plata y el oro de los tesoros de la casa de Jehová y de la casa real, y envió a Ben-adad rey de Siria, que estaba en Damasco” (2 Crónicas 16:2).
La madurez espiritual no tiene que ver solo con años ni cuánta experiencia hayas acumulado, tiene que ver con relación constante con Dios. A los 31 años de su reinado, y después de haber visto la mano de Dios de manera tangible en el pueblo de Judá, Asa sintió temor de Bassa, rey de Israel. ¿Cómo es que podemos olvidar lo que Dios hizo antes por nosotros de manera tan fácil? ¿Cómo es posible entender a un rey que vio el poder de Jehová contra los etíopes, olvidar la mano de Dios de manera poderosa? La explicación es simple: Todo sucede cuando te alejas un poco de Dios y te acercas más al mundo.
Alejarse de Dios no sucede de la noche a la mañana, no. Alejarse de la guía divina, lleva un poco de tiempo, es de a pocos. De poquito a poquito. Esto fue lo qué pasó con Asa, se alejó lentamente de Dios y terminó haciendo alianza con los sirios. Antes, había hecho pacto con Dios y vio la victoria contra los etíopes, ahora hará pacto con Siria y jamás vio paz en su reino. Así es cuando hacemos las cosas a nuestra manera. Son soluciones pasajeras, efímeras, incompletas, trágicas y funestas.
Asa no solo hizo pacto con los sirios sino que comprometió los tesoros del templo y del palacio (v.2). El profeta Hanani le amonestaría y el rey Asa lo encarcelaría. Cegado por el pecado y emborrachado por el poder, encarceló al mensajero de Dios (v.10), demostrando que estaba actuando locamente (v.9). Cuando comienza a romper sus principios, desencadena una seria de tragedias, que crecen como una bola de nieve, son consecuencias de efecto dominó. Terrible, triste, pero real.
No hagamos tratos con el mundo. No comprometamos nuestros principios. Vivamos un cristianismo real, sincero y fiel.
Feliz día.
Pr. Heyssen Cordero
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