“Y José tomó viandas de delante de sí para ellos; mas la porción de Benjamín era cinco veces mayor que cualquiera de las de ellos. Y bebieron, y se alegraron con él” (Génesis 43:34).
La vida es una escuela diaria, todos los días aprendemos. Muchas lecciones las aprendemos con lágrimas, con dolor y con sufrimiento; otras veces las aprendemos de la mejor manera. No siempre es así, pero al final, todas las experiencias que vivimos son lecciones a corto, mediano o largo plazo. En el capítulo de hoy podemos notar la sabiduría de José al ir, gradualmente, preparando a sus hermanos para que finalmente pueda mostrarse como quien era, aquél hermanos que habían vendido como esclavo.
¿Te imaginas lo que hubiera pasado si de buenas a primeras José se hubiera presentado antes sus hermanos? Hubiera sido traumático para todos. ¿Cómo le habrían dado la noticia a Jacob? En todos los pasos que dio José, estaba la mano de Dios, preparando los corazones para que finalmente, haga su anuncio completo. Así, una de las cosas que debía preparar en sus hermanos era, el tema de egoísmo y los celos. Es por ello que el capítulo finaliza diciendo que José ordenó que a Benjamín le sirvan cinco veces más que a sus demás hermanos.
¡Cinco veces más! Y lo extraordinario en todo esto es que el texto continúa diciendo: “Y bebieron, y se alegraron con él”. ¡Increíble! No sintieron celos, no renegaron ni se preguntaron porqué a Benjamín le dieron una atención así. ¿Cómo pudo operarse tal cambio? ¿Cómo se alegraban con Benjamín los que un día fueron capaces de odiar y aborrecer a José por haber recibido una túnica especial con hilos de colores? Esto solo pudo ser producto de dos cosas, del tiempo, y sobre todo de Dios.
El alegrarse de las victorias de otras personas, el sentirse contentos y felices por el éxito de otras personas es sinónimo de madurez, de crecimiento espiritual. Es sinónimo de una vida en sintonía con Dios. Así de sencillo. Si no eres capaz de alegrarte por el éxito de otras personas revela que eres inmaduro, que tu corazón no tiene el amor de Dios.
Los celos y la envidia, esos sentimientos destructivos que llevaron a vender a José, ahora parecen haberse “esfumado”. Los hermanos de José habían entendido, con lágrimas, culpa, angustia que nada bueno traía. Ahora, al ver el trato diferenciado a Benjamín, lejos de sentir celos o cuestionarse, los llevó a sentirse felices y alegrarse con él. Maravilloso.
Hoy es un buen día para alegrase del éxito, de las bendiciones que tus amigos, vecinos y familiares reciben. Recuerda, los celos y la envidia, el egoísmo y el rencor jamás terminan bien. Dios te bendiga.
¡Feliz día!
Pr. Heyssen Cordero Maraví
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