Los tiempos de Dios son perfectos. Tú puedes tener la plena seguridad en este día que muchas cosas no suceden en el tiempo que quisieras y has esperado con tanta pasión porque no te conviene, no será lo mejor para ti. No sufras si el negocio o proyecto que tenían en mente está demorando demasiado. No sufras si la relación sentimental que duró año terminó sin el matrimonio y consideras que “has perdido el tiempo”. Tranquilo. Tranquila, los tiempos de Dios son perfectos.
¡24 años habían pasado desde aquel día cuando Dios prometió a Abram y a Sarai escucharon decir que Dios que serían padres! ¡24 años! No fueron meses, ni semanas sino años. Imagino al primer año a Sarai pensando en el color de la cuna, en las ropitas que veía en el shoping de aquellos tiempos. Quizás comprando y preparándose para ser madre y pasó el primer año y nada. Pasó el segundo año y nada. Pasó el tercer año y así … 24 años. La pobre mujer estaba devastada, decepcionada seguramente. Por eso intentó ayudar a Dios en su promesa y se equivocó al pensar en Agar.
Todos, en algún momento, nos hemos sentido tentados a desconfiar en las promesas de Dios, y más si hemos visto pasar el tiempo sin ver la promesa cumplida; somos humanos, débiles y frágiles. La Biblia dice que Sarai mostró su duda e incredulidad “riéndose” de la promesa de Dios. Personalmente no la juzgo, no la condeno y hasta puedo entender el porqué de su actuar. ¡Hace cuántos años había escuchado esa promesa! Sí, fueron 24 largos años, y ahora se le aparece Dios y les vuelve a prometer. ¿Qué habrías respondido? ¿Cómo habría actuado?
Habían pasado muchos años y no se había embarazado. Ya se le había pasado el tiempo. Antes era de avanzada edad pero aún era una mujer que podía embarazarse, pero ahora, ya no. ¡Era imposible! ¿Era posible, acaso?
Cuando Dios le vuelve a prometer lo que ella hace es reírse, no en son de burla sino de incredulidad, de cansancio. Una risa nerviosa que revela que pudo ser la esposa del padre de la fe, pero seguía siendo una mujer de carne y hueso, tan sencilla y débil. Te ha pasado seguramente, nos ha pasado a todos. Decir: “Bueno Señor, he esperado tanto, y la verdad a veces ya no espero nada”. Pero Dios no nos condena. No nos censura. No, Dios nos entiende. Sabe lo que pensamos y es que nos conoce. Y por eso nos vuelve a decir: NO HAY NADA IMPOSIBLE PARA DIOS.
La vida cristiana es sinónimo de fe y fe tiene que ver con práctica. No tenemos fe solo porque decimos tenerlo de la boca para afuera, no. Tener fe es depositar toda nuestra confianza en Dios de modo tal que, entendamos que no hay nada imposible para Dios.
¿Estás esperando un milagro de Dios en tu vida pero crees que es muy difícil de que se haga realidad? ¿Tienes a alguien en casa que no le entrega su corazón a Jesús y crees que no hay resultados a pesar de oras mucho? No olvides el texto de hoy. No hay nada imposible. Nada, nada... y nada es nada, solo tienes que creer, porque no hay cosa imposible para Dios. Ahí cuando las esperanzas en los médicos, en los abogados, en los profesionales y bancos se escapan, cuando creemos que no se puede... DIOS SÍ PUEDE. Porque no hay cosa difícil ni imposible para Dios.
Hoy podemos entregarle todo lo que anhelamos, todo lo que somos a Dios. Que Dios sea Dios en nuestras vidas. Sí, hemos dudado, hemos desconfiado y hasta nos hemos cansado de esperar y nos hemos desesperado. Pero hoy le decimos GRACIAS A DIOS. Gracias porque nos recuerda una vez que NO HAY NADA IMPOSIBLE PARA ÉL. Nada.
Feliz día.
Pr. Heyssen Cordero Maraví
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