“Pero Dios el SEÑOR llamó al hombre y le dijo: ¿Dónde estás? El hombre contestó: Escuché que andabas por el jardín, y tuve miedo porque estoy desnudo. Por eso me escondí" (Gn. 3:9,10).
El capítulo 3 guarda entre líneas mensajes transcendentales para nuestra edificación en la vida cristiana. De modo que el propósito del mensaje de hoy es sencillamente mostrar o recordar una vez más que Dios siempre buscó al hombre y muy por el contrario, el hombre por su naturaleza, siempre se escondió de Dios.
Desde el Génesis mosaico al Apocalipsis juanino la búsqueda de Dios por la humanidad caída en el fango del pecado es una constante, Dios va en busca de sus hijos, como en el verso de hoy. En el libro de Éxodo Dios busca a su pueblo para librarlos de la esclavitud en Egipto. En la primera venida, Cristo mismo lo dijo en expreso: “Porque el Hijo del hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido” (Luc. 19:10). No hay duda pues que Dios siempre buscó al hombre perdido. Pero, ¿qué del hombre? ¿el hombre buscó a Dios? La Biblia muestra la triste y cruda realidad: el hombre siempre huyó de la presencia de Dios, se escondió de los caminos de Dios para ir por caminos escabrosos y caóticos. Eso pasó con Adán y Eva, Caín y “los hijos de los hombres”, en fin, por naturaleza, el hombre se escondió de Dios.
Sin embargo, ¿no sucede hoy la misma dinámica de antaño allá en el Edén donde Dios busca y el hombre se esconde para huir de miedo? ¿No es Dios quien sigue buscando a la humanidad mientras ella hace caso omiso al llamado de amor? ¿No sigue llamando con voz de amor Dios al hombre sumergido a más en la desgracia del error mientras el hombre tal vez sin saberlo rechaza vez tras vez la invitación?
La Biblia dice en Apocalipsis: “Mira yo estoy a la puerta y llamo. Si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré y cenaré con él y él conmigo” (Apoc. 3:20). Es sin lugar a dudas una invitación sublime. El temor es normal, es natural, cuando uno está lejos de Dios todo lo que esté relacionado con asuntos espirituales simplemente va a ser considerado como demasiado santo como para que un individuo ahogándose en la lepra del pecado sea digno de ser parte de ello.
Hay personas que viven sin esperanza y tienen miedo a Dios. Tienen miedo a ir a la iglesia y ser los culpables de que Dios “mande” un terremoto y destruya la iglesia por culpa de los pecadores. Nada de ello tiene asidero en la Biblia. Dios está con los brazos abiertos esperando como antaño a que te des cuenta de que tu temor es inconsistente, que tu temor y miedo no tiene razón pues no hay motivos. Dios te ofrece la paz, la esperanza y el amor… Dios quiere que dejes ese vestido de “hojas de higuera”, ese vestido simple y pasajero, efímero y desechable para ponerte ese vestido de justicia que Dios mismo preparó con sus manos hecho del Cordero de Dios que quita el pecado del mundo (Gn. 3:21 cf. Jn. 1:29). Cuando nos sentimos desnudos, descubiertos y desenmascarados nuestra naturaleza, la condición del hombre hace vernos “sucios” y nos escondemos de Dios, para vestirnos de cosas que pasan, como por ejemplo, los vicios, el trabajo, las diversiones, etc… pero ellas pasan, se “marchitan” como las “hojas de higuera” y tarde o temprano sentiremos que estamos “desnudos” otra vez.
Hoy es el día, vayamos con fe. Vayamos seguros de que Dios nos sigue buscando como antes mucho más. La decisión es únicamente tuya.
Pr. Heyssen Cordero Maraví
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