“También Jehová dijo a Jacob: Vuélvete a la tierra de tus padres, y a tu parentela, y yo estaré contigo” (Génesis 31:3).
Jacob decidió finalmente regresar a su tierra, después de haber estado toda una vida en Padan - Aram, al servicio de su suegro. Así, junto a sus esposas e hijos decidió abandonar a Labán. Es muy entendible el porqué y hizo tal cosa. Entre varias, se puede destacar las siguientes:
1. EL ENGAÑO DE LABÁN. Jacob refiere que, a parte de haberlo engañado con el tema de Lea, Labán le cambio 10 veces el salario (Génesis 31:7). Definitivamente Labán representa a esos hombres que aman más a las cosas que a los seres humanos. Se olvidan que las personas fueron creadas para ser amadas, y las cosas para ser usadas. El problema surge, como bien dijera el pastor Enzo Chávez, cuando amamos a las cosas y usamos a las personas. No tiene que ser así. Labán, a costas del trabajo arduo de su yerno se hizo rico, y estaba dispuesto a seguir explotándolo con engaños y artimañas, no importándole en lo más mínimo que se trataba del esposo de sus hijas, y del bienestar de sus nietos.
2. EL LLAMADO DE DIOS. Dios se le aparece a Jacob para decirle que debe volver a la tierra de sus padres, y que no debe tener miedo porque Él estará con Jacob todos los días (Génesis 31:3). En la historia de Jacob se puede notar, cómo, la declaración: “Dios estaba con Jacob” es una constante. Así, Dios le invita a salir del territorio, y Jacob, dudoso muy probablemente, decide engañar a Labán para, finalmente, huir rumbo a Canaán. Lo que podemos destacar acá es la o secuencia de Jacob de la Palabra de Dios. Esto es lo que hace la diferencia cuando nos vamos a casa, a la Canaán celestial.
3. RAQUEL Y LEA APOYAN A JACOB. Las hijas terminan dándole la razón a Jacob, y revelan de manera nítida, el cómo Labán usó a sus dos hijas con el objetivo de hacerse rico. La Biblia dice: “¿Tenemos acaso parte o heredad en la casa de nuestro padre? ¿No nos tiene ya como por extrañas, pues que nos vendió, y aun se ha comido del todo nuestro precio?” (Génesis 31:14, 15). Labán, vio en sus hijas una oportunidad de negocio constante. Por años, Jacob trabajó arduamente y jamás se quejó, por amor a sus esposas, muy probablemente. Sin embargo, ahora que sus propias hijas (Raquel y Lea, sus esposas) le daban la razón, con buenas argumentos apoyaron a Jacob, se sintió seguro y avanzó.
Cuando Labán finalmente descubre que Jacob huye, va en su búsqueda, pero Dios le advirtió que no le haga daño alguno, y que le hable bonito. Cuando lo alcanzó finalmente, no lo trató mal, aunque intentó hacerlo volver, pero él mismo reconocería que Dios estaba con Jacob, por tanto, no insistió más.
Dios no puede soportar la injusticia. A pesar de que Jacob era un “engañador”, y que no era el hombre perfecto, Dios seguía teniéndolo en alta estima por amor a sus padres. Jamás serás feliz fuera de “la casa del padre”. Jacob no pertenecía a Padan - Aram, él pertenecía a Canaán. Jacob era solo un extranjero, y ahora anhelaba volver a su tierra natal, esa tierra que era su hogar.
Hoy es un nuevo día para recodar que este mismo no es nuestro hogar. Acá solo somos pasajeros. Hay motivos suficientes para salir de este lugar, y de la mano de Dios, partir rumbo a la Canaán, nuestro verdadero hogar. Acá en este mundo hay engaño y maldad, por lo necesitamos irnos ya, pero no solos, sino juntos nuestras familias. ¿Amén?
Que Dios te bendiga.
Pr. Heyssen Cordero Maraví
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