“Todo lugar que pisare la planta de vuestro pie será vuestro; desde el desierto hasta el Líbano, desde el río Eufrates hasta el mar occidental será vuestro territorio” (Deuteronomio 11:24).
Estuve mirando un mapa en los tiempos bíblicos de Israel en el Antiguo Testamento, para ver si algún día logró conquistar el territorio que Dios le prometió. Y es que Dios les otorgó a los israelitas las tierras que van desde el río Eufrates hasta el mar Mediterraneo, y desde el Líbano hasta el desierto que ellos habían atravesado anteriormente. Sin embargo, ellos nunca llegaron a ocupar ese territorio que ronda los 800.000 km2. Por el contrario, incluso en grandes épocas como la de David o Salomón como reyes, la tierra que el pueblo de Israel tuvo en su posesión nunca superó los 80.000 km2 (un 10% de todo lo que les correspondía). ¿A qué se debió esto? ¿Dios faltó a su promesa? Claro que la respuesta es no, Dios no faltó a su promesa. La clave está en los versículos 8 y 9:
“Guardad, pues, todos los mandamientos que yo os prescribo hoy, para que seáis fortalecidos, y entréis y poseáis la tierra a la cual pasáis para tomarla; y para que os sean prolongados los días sobre la tierra, de la cual juró Jehová a vuestros padres, que había de darla a ellos y a su descendencia, tierra que fluye leche y miel” (Deuteronomio 11:8-9).
Dios nunca falla sus promesas, es el hombre que no cumple su parte. Israel debía ser OBEDIENTE, debía guardar los mandamientos de Dios, y Él les entregaría cerca de 800 000 Km2, en cambio solo tuvieron 80 000 km2. ¿Qué pasó? Israel no fue obediente a Dios, sus mandamientos ni estatutos. No puede haber bendición si no hay obediencia. Sin embargo, Sumado a eso, no solo fue su falta de obediencia, sino también su falta de fe, porque ellos debían poseer la tierra que Dios les había prometido. Mas ellos (los israelitas), no hicieron eso. Y de allí que el tema de la obediencia y la fe nunca van separadas, sino que van juntas. Eso lo explica muy bien Santiago 2:17, 18.
La falta de fe de Israel, esa actitud se puede entender si es que vemos nuestra propia vida. Nosotros sabemos cuando estamos haciendo bien las cosas y cuando no estamos haciendo mal. Entonces, si sabemos que estamos mal, con qué cara vamos a pedir las promesas de Dios. Solo nos conformaremos con lo que Dios, por su misericordia, nos da. Creo que esa fue la situación con Israel. Ellos no eran obedientes, y sabían que no tenían moral para pedir nada a Dios.
Hay grandes bendiciones espirituales hoy en día, las cuales perderemos si no somos obedientes para con Dios. Jesús dijo que si le amamos, debemos guardar sus mandamientos. La obediencia ofrece una relación personal con Dios, y el Señor bendecirá la obediencia.
¡Dios te bendiga!
Pr. Heyssen Cordero Maraví
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