“Mas Jehová tu Dios las entregará delante de ti, y él las quebrantará con grande destrozo, hasta que sean destruidas. Él entregará sus reyes en tu mano, y tú destruirás el nombre de ellos de debajo del cielo; nadie te hará frente hasta que los destruyas (Deuteronomio 7:23, 24).
No puede haber de bendición si no hay obediencia, y no hay obediencia a Dios cuando somos rebeldes a Su Palabra. Así de sencillo. Un Cristiano obediente es aquel que obedece a Dios en todo, aún cuando no le guste y no lo entendiera, aún cuando le parece ilógico, descabellado, retrógrada y extremo. La obediencia es la manifestación de nuestra relación con Dios y su voluntad.
A las puertas de la “tierra prometida”, Dios le dice que toda la tierra que estaba, en esos momentos en manos de los heteo, gergeseos, amorreos, cananeos, ferezeos, heveos, jebuseos, y siete naciones mayores y más poderosas que Isarel (Deuteronomio 7:1), se los había entregado por completo. ¿Te imaginas? Dios te dice, todo ese lugar que ahora está en manos de “fulanos, sutanos y menganos” te los ha entregado Dios por completo. Quizás en este tiempo es difícil de creer, pero, ¿no sería también para Israel en aquellos días? Esto dependía, sin duda alguna, de fe.
Sin embargo, tener fe en Dios también implicaba por lo menos tres detalles:
1. No hagan pactos ni alianzas con los cananeos (Deuteronomio 7:1-5). Muy por el contrario tienen que destruir todo vestigio de idolatría, incluso ni su plata y oro, eso sería “anatema”. Ni sus bienes, aunque sean objetos inanimados, nada de nada. Todo debía ser destruido. Tampoco debían emparentar con ellos. Los hijos de los israelitas no debían relacionarse con las hijas de los cananeos. Claramente Dios quiere protegerlos de la corrupción moral y espiritual.
2. Dios es Santo y espera un pueblo santo (Deuteronomio 7:6-11). Dios no escogió a Israel por ser un pueblo poderoso y fuerte, no. Dios lo escogió porque porque eran insignificantes, pero Dios es fiel y quería guarde la promesa con Abraham, Isaac y Jacob. Esto es lo mismo en cada uno de nosotros. Dios no nos escogió por ser mejores que los demás, no. Dios nos escogió porque en sus manos podemos ser mejores, en las manos de Dios podemos ser lo que Dios quiere que seamos.
3. Hay bendición en la obediencia (Deuteronomio 7:12-26). Acá se puede ver las bendiciones de ser obediente. No hay bendición en una vida de desobediencia. Y las bendiciones de Dios son de protección y victorias. Dios promete cuidarnos, protegernos, guardarnos de los enemigos, pero nos dice que nos hará victoriosos sobre ellos. Cuando somos obedientes a Dios podemos tener la seguridad de que nuestros pasos marcharán seguros y que todo lo que emprendamos, en todos los aspectos de la vida, tendrán victorias, no por nosotros, sino por Dios, por su amor, gracia y misericordia.
Se necesita tener fe, confiar plenamente en Dios para poder obedecer. Toda la tierra de Canaán estaba habitada por pueblos y naciones más grandes y poderosas. Así lo dice claramente Dios. Yo creo que Israel tuvo un miedo natural. Y sí, Dios nos entiende, entiende que somos faltos de fe muchas veces para dar el primer paso y pisar el “Mar Rojo”, por eso el tema de la fe se hace relevante en el Antiguo Testamento. Se necesita fe para poseer la tierra prometida sabiendo que mi pueblo es pequeño y débil, pero que tenemos un Dios extraordinario, poderoso que destruyó las huestes de Egipto.
Feliz día.
Pr. Heyssen Cordero Maraví
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