“Estos son los contados de los hijos de Israel, seiscientos un mil setecientos treinta” (Números 26:51).
Habían pasado 38 años del último censo al pie del monte Sinaí (Números 1 y 2). En aquella oportunidad, el número de los “hombres de guerra”, mayores de 20 años, de las 12 tribus de Israel (sin contar a los levitas), sumaban 603 550 (Números 2:32). Ahora, están por ingresar a la tierra prometida, han pasado 38 años aproximadamente, y vuelven a hacer un censo para determinar el número de israelitas, y la suma es de 601 730 (Números 26:51). Al igual que el anterior censo, solo se contabilizaban los hombres mayores de 20 años, eran los “hombres de guerra”.
Si hacemos sumas y restas, en el segundo censo habían 1 820 israelitas menos. ¿Quiere decir que durante los 38 años de peregrinación, el pueblo no se multiplicó? No. La razón del porqué existen menos personas, es porque Dios había dicho, que de los 603 550 israelitas del primer censo, solo 2 entrarían a la tierra prometida. Es decir, 603 548 israelitas murieron durante los 38 años de peregrinación. Muchos murieron por su rebeldía como en Cades Barnea, en el mismo Monte de Sinaí, otros murieron por las codornices, por la serpiente, incluso muchos de ellos en el incidente de Baal Peor, y otros por enfermedad o muerte natural. Sin embargo, se cumplió lo que Dios dijo:
“En este desierto caerán vuestros cuerpos; todo el número de los que fueron contados de entre vosotros, de veinte años arriba, los cuales han murmurado contra mí. Vosotros a la verdad no entraréis en la tierra, por la cual alcé mi mano y juré que os haría habitar en ella; exceptuando a Caleb hijo de Jefone, y a Josué hijo de Nun. Pero a vuestros niños, de los cuales dijisteis que serían por presa, yo los introduciré, y ellos conocerán la tierra que vosotros despreciasteis” (Números 14:29-31).
¿Tantos años “dando vueltas” en el desierto para que finalmente no entre a la tierra prometida? ¿Te imaginas haberte bautizado, ir a la iglesia cada sábado, sufrir dificultades por causa de tu fe adventista, pasar por tanto para que finalmente no vayas al cielo cuando Jesús venga por segunda vez? ¿Para qué sirvió que haya salido de Egipto, cruzado el Mar Rojo, haber visto tantos hechos portentosos de Dios para que finalmente muera en el desierto?
Es que así es la vida rumbo a Canaán, es una vida de fe. Una caminata de fe, exclusivamente. Y la fe tiene que ver con creer en Dios, confiar en Él, pero sobre todo, tiene que ver con obediencia. Los que se quedaron muertos en el desierto, los que perecieron, no entraron a la tierra prometida porque no tuvieron fe, no confiaron ni fueron obedientes a la Palabra de Dios. Así de simple y sencillo.
De nada sirve haberme bautizado, asistir a la iglesia cada sábado, ser predicador o líder, dar mis diezmos fielmente, apoyar y ser dirigente en la iglesia. Nada de ello tiene sentido si vivo en rebeldía, desobediencia, si no hago lo que Dios quiere que haga cada día. Los que murieron en el desierto, los 603 548 no solo fueron rebeldes con Dios en Cades Barnea, cuando pudieron entrar a la tierra prometida 2 años después de haber salido de Egipto, sino que después, durante los 38 años de peregrinación dieron muestras nítidas de que efectivamente, eran la “manzana podrida” que habían venido de Egipto. Jamás recapacitaron, al contrario buscaban ocasión para murmurar, para pecar. Imagino que en ese grupo estaba Balaam, y todos los que jamás dejaron a Egipto de sus vidas.
Amigos, hoy es un nuevo día. Aferrémonos a Dios cada mañana. Cada día. Busquémosle en oración, y seamos obedientes a la Palabra de Dios. Sí, nosotros también hemos salido de Egipto espiritual, y caminamos rumbo a Canaán celestial, aprendamos del pasado para no cometer los mismos errores (1 Corintios 10:11).
Feliz día.
Pr. Heyssen Cordero Maraví
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