lunes, 20 de junio de 2022

OYE, APRENDE Y PRACTICA LA LEY DE DIOS - DEUTERONOMIO 5


“Llamó Moisés a todo Israel y les dijo: Oye, Israel, los estatutos y decretos que yo pronuncio hoy en vuestros oídos; aprendedlos, y guardadlos, para ponerlos por obra” (Deuteronomio 5:1).


El pueblo de Israel necesitaba entender que para poseer la tierra prometida, Canaán, era necesario vivir de acuerdo a la ley de Dios. El tema de la ley no es un tema utópico o una carga sin razones ni fundamentos, no; muy por el contrario, la ley de Dios expresa por lo menos tres objetivos:


1. La ley de Dios me protege. Los 10 mandamientos son en realidad un cerco protector para que yo camine por la senda justa (Salmo 111:7). Si como hijo de Dios guardo la ley de Dios, corro menos riesgo de equivocarme y lastimarme, y de ese modo también hay menor riesgo de lastimar a las personas que me rodean. ¿Se imaginan si no hubiera ley de Dios y de ningún tipo? Sería una anarquía total. Cada quien actuaría según sus pensamientos y sentimientos. El respeto sería un asunto desconocido. Por la gracia de Dios, todas las legislaciones, leyes y decretos de la mayoría de países (por no decir de todos), están basados en principios de la Biblia. ¿Qué te parece?


2. La ley de Dios me muestra mi condición. Pablo diría: “¿Qué diremos, pues? ¿La ley es pecado? En ninguna manera. Pero yo no conocí el pecado sino por la ley; porque tampoco conociera la codicia, si la ley no dijera: No codiciarás” (Romanos 7:7). La ley es como un espejo, me muestra mi condición, mi realidad. Me dice si debo peinarme, si debo lavarme la cara o si necesito una afeitada. Entonces, la ley funciona así. Me muestra mi condición. Y si es que no hubiera ley, ¿cómo podría yo saber que estoy haciendo bien o mal? La ley de Dios es como un barómetro de justicia, y me dice cómo voy. ¿Me salva eso? No. Pero me dice, cómo estoy y qué necesito.


3. La ley de Dios me guía a Cristo. Si la ley me muestra mi condición, también me guía a Cristo. Pablo diría: “porque el fin de la ley es Cristo, para justicia a todo aquel que cree” (Romanos 10:4). La mejor traducción para la palabra “fin” es finalidad, propósito. Y es que el propósito, el fin, la finalidad, el objetivo de la ley no es salvarnos sino guiarnos a Cristo, que sí SALVA. Cuando yo veo que no puedo hacer nada con la mancha de mi pecado, entonces tengo que ir a Cristo. La ley es como un tutor, un ayo, una guía a Cristo. Es Cristo quien me puede lavar, es Cristo quien me puede restaurar.


Sin embargo, Dios le dice a Moisés tres detalles más al respecto. Recuerden que será muy posiblemente la segunda vez que les habla de esa manera, y desea que el pueblo entienda en tres acciones: OIR, APRENDER Y PRACTICAR.


1. Es necesario oír. Tiene que ver con prestar atención. No pasarlo por alto.

2. Es necesario aprender. Tiene que ver con escudriñar, leer, repetirlo teóricamente. 

3. Es necesario practicar. Tiene que ver con acciones. No solo basta con saber sino con hacer.


La ley de Dios no es un asunto opcional ni superficial, tiene que ver con vida práctica. La ley de Dios es una bendición. Que como David, podamos decir: 


“La ley de Jehová es perfecta, que convierte el alma;

El testimonio de Jehová es fiel, que hace sabio al sencillo.

Los mandamientos de Jehová son rectos, que alegran el corazón;

El precepto de Jehová es puro, que alumbra los ojos.

El temor de Jehová es limpio, que permanece para siempre;

Los juicios de Jehová son verdad, todos justos.

Deseables son más que el oro, y más que mucho oro afinado;

Y dulces más que miel, y que la que destila del panal” (Salmo 19:7-10).


Feliz día.


Pr. Heyssen Cordero Maraví 


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