Educado de la mejor manera, siguiendo las indicaciones específicas de Dios, y sin embargo, la vida de Sansón es claro ejemplo de lo que cada ser humano puede hacer con su libertad. Sansón era nazareno, y como tal había sido educado de modo que era “casi imposible” que sea un mal muchacho. Sin embargo, desde el inicio del capítulo de hoy, el texto nos muestra que “descendió” (v.1). Solo esta palabra refleja lo que en cada decisión hacía, descender, hacia abajo, hacia la inmoralidad, hacia el quebranto de sus votos. ¿Qué es lo que pasaba por la cabeza de Sansón? Quizás el escuchar de sus padres que Dios mismo había obrado en su nacimiento, y que lo había escogido, crearon en Sansón un espíritu de orgullo y soberbia, a tal punto de romper desde temprana edad sus votos.
Hay por lo menos tres acciones que Sansón incumplió como nazareno:
1. Buscó mujer filistea. Sus ojos pesaron más que su mente. El texto refiere: “Tómame esta por mujer, porque ella me agrada” (v.3). No le importó su fe, ni su nacionalidad, sino “solamente su belleza”. Le agradó, así de simple y sencillo. La quiero, y punto - sentenció.
2. Tomó vino. Era un banquete de siete días. Un banquete, era una fiesta, y fiesta de aquellas. A Sansón no le importó su voto, solo quería disfrutar la vida sin límites, sin miedo al “éxito”. Triste, pero real.
3. Tocó cuerpo inmundo. No solo como nazareno, sino como israelita, el tocar a un animal inmundo muerto, era tema de purificación. A Sansón eso no le importó. El juez de Israel vivía su vida con intensidad, y se olvidaba que era un escogido de Dios.
Sin embargo, a pesar de ello, “el Espíritu de Jehová vino sobre él” (v.19). ¿Cómo Dios puede seguir trabajando a través de Sansón a pesar de todo lo que hizo? Su fuerza incomparable lo acompañaba a pesar de todo. Sansón podría pensar: “Los votos los he roto, pero sigo teniendo fuerza, poder”. Quizás en un inicio tuvo temor a Jehová, con cierto miedo hacía las cosas malas, pero luego se dio cuenta de que “a Dios no le importaba eso”, y siguió su vida corrupta.
Sansón no entendía que no era que a Dios no le importaba, sino que Dios tenía misericordia de él. Podemos ser respaldados, pero no aprobados por Dios. No es que Dios se hace de “la vista gorda” con nuestros actos malos, sino que es misericordioso, quiere que nos arrepintamos. Sansón podía recapacitar pero no lo hizo, fue más el “gusto por una mujer”, fue más “su orgullo” y finalmente continuó haciendo las cosas mal, aunque él pensaba que Dios lo seguía bendiciendo.
Nunca confundamos la bendición de Dios, con la misericordia de Dios. Algunos viven por bendición de Dios, y otros por misericordia.
Feliz día.
Pr. Heyssen Cordero Maraví
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