La historia de Jefté es una de las historias más dramáticas de la Biblia. Podría ser, sin problemas, digna de una película o serie actual y con mucho rating, y es que se trata de una historia con todos los elementos para estar en el Top 10 por semanas y meses.
Jefté nació de una relación de extra matrimonial. Su mamá fue una prostituta. Su padre Galaad, lo llevó a su casa para vivir con sus demás hermanos. ¿Te imaginas cómo habrá sido la niñez de Jefté? Jefté pudo pensar una y otra vez que su nacimiento fue un error, que jamás debió nacer. Vivir con su madrastra y sus hermanastros debió ser terrible. Un día, su padre Galaad, murió. Se quedó completamente solo. Sin embargo, lo peor no fue eso, sino que sus hermanos, viendo que Jefté heredaría también con ellos, lo echaron de su hogar y familia. ¿Te imaginas?
La Biblia dice: “Huyó, pues, Jefté de sus hermanos, y habitó en tierra de Tob; y se juntaron con él hombres ociosos, los cuales salían con él” (Jueces 11:3). La palabra “huir” indica que escapó por su vida, su vida estaba en peligro y tuvo que abandonar su casa para habitar en tierra de Tob (que significa “bueno”). Paradójicamente en ese lugar bueno, se juntaron “hombres ociosos”. En aquellos tiempos, los “hombres ociosos” eran llamados así por su mala reputación, generalmente personas “inútiles” para la sociedad, delincuentes muy probablemente. Ese era el tipo de amistades que encontró Jefte en esa tierra. ¿Qué podría esperarle a un hijo ilegítimo en aquellos tiempos? ¿Tendría un buen futuro a no ser un “delincuente más?
No es lo que tú seas, sino lo que Dios puede hacer en ti. Dios no llama a los mejores, tampoco a los peores, Dios llama a aquellos que serán usados por Él grandemente si tan solo se ponen en las manos de Dios. ¿Quién podría fijarse en Jefté como libertador del pueblo de Dios de las manos de los amonitas? Jefté era muchacho con todas las desventajas en su contra. No tenía un apellido notable, tampoco tenía una formación idónea. No obstante, tal parece que era muy conocido por sus habilidades de lucha. Muy probablemente, por su pasado o presente en Tob, se había ganado un nombre entre los de su tierra, lo que le llevó a ser conocido como líder.
Los ancianos fueron en busca de su ayuda, y le prometieron ser el Caudillo, el líder del pueblo para luchar contra los amonitas, hijo de Amón. Jefté les hace recordar que un día, fueron los mismos ancianos los que respaldaron a sus hermanos para echarlo de entre ellos. Finalmente, Jefté y los ancianos llegan a un acuerdo y el hijo de una prostituta, el hijo ilegítimo, se convierte en el juez, caudillo de Israel para luchar contra los amonitas (v.12-28).
Las siguientes escenas revelan que Jefté era un hombre religioso. Conoce la historia y el problema supuesto que los amonitas tenían contra el pueblo de Israel. Sabe defenderse y argumentar su posición, pero también sabe enfrentar al enemigo con fe. Tristemente, también aprendió en Tob, y de las amistades “ociosas”, costumbres que no eran para nada Israelitas, y fue así que “prometió” la vida de un ser humano a cambio de la victoria. Dios no pidió tal cosa, fue él mismo, movido por la emoción, o no sé qué razón, lo que lo llevó a hacer tal promesa (v.30, 31).
Dios le dio la victoria de manera extraordinaria, y cuando Jefté volvió a su casa, salió a su encuentro su hija (v.34-40). La historia es trágica a más.
Muchos estudiosos de la Biblia esquivan hablar de la promesa de Jefté , y lo trágico que resultó para su propia hija. Sin embargo, en ningún momento Dios pidió eso, tampoco en ningún momento Dios reclamó esa promesa. Todo estaba en Jefté. Yo creo que Jefté pudo pedirle a Dios perdón por esa promesa, yo creo que Dios es bueno y podría haber perdonado. Pero debemos ponernos en los zapatos de Jefté, quien tenía una formación un tanto secular, por todo su trasfondo. Y eso le hizo prometer cosas que luego se tendría que arrepentir.
La historia de Jefté nos enseña por lo menos tres lecciones:
1. Reconocer que nuestro nacimiento no es un error. Es parte del plan de Dios, a pesar de todo.
2. Entender que no es lo que somos, sino lo que podemos llegar a ser en las manos de Dios.
3. Recordar que no es bueno prometer movido por emociones, ni alegres ni enojados. Esas promesas traen factura.
Feliz día.
Pr. Heyssen Cordero Maraví
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