Todas las tribus recibieron su heredad. Todos, excepto los levitas. Ellos no recibieron heredad alguna, ¿por qué? El texto dice:
“Pero a la tribu de Leví no dio heredad; los sacrificios de Jehová Dios de Israel son su heredad, como él les había dicho” (Josué 13:14).
La respuesta es corta, “los sacrificios de Jehová Dios de Israel son su herencia”. Esto ya les había dicho en Deuteronomio 18:1 “Los sacerdotes levitas, es decir, toda la tribu de Leví, no tendrán parte ni heredad en Israel; de las ofrendas quemadas a Jehová y de la heredad de él comerán”. Una vez más se destaca que ellos tienen como herencia “las ofrendas quemadas”. ¿Por qué? ¿Qué significa eso? ¿Hay alguna lección para nosotros?
En primer lugar es importante definir que todas las ofrendas que eran llevadas al santuario eran para Dios, pero parte de ellas eran para los levitas y sus familias. Como los levitas servían en el santuario, se beneficiaban de todos los sacrificios (ofrendas). Es por ello que Dios no les dio heredad alguna.
En segundo lugar, es importante recordar que todas las ofrendas y sacrificios representaban a Cristo. Cristo es la mayor ofrenda. Esto ya lo vimos muchas veces en lecciones anteriores, Cristo fue representado a través de las ofrendas y sacrificios. Por lo tanto, esto nos ayuda a entender el mensaje para nosotros, hoy.
En tercer lugar, Pedro dice que todos los que creen en Cristo, son reino de sacerdotes. Ya no hay levitas de sangre, por lo tanto en el nuevo pacto, tú y yo somos levitas, somos sacerdotes. Pedro dice: “Mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable” (1 Pedro 2:9). Somos levitas, sacerdotes del tiempo del fin. ¿Que heredad tenemos? A CRISTO. Cristo debe ser nuestra mayor heredad.
¿Cuán importante es reconocer que Cristo debe ser nuestra mayor heredad? Es vital. Esto nos ayuda a entender que Cristo debe ser nuestra búsqueda, nuestro afán. No nos afanemos en cosas materiales, en tierras y cosas que nos desvíen de lo que debe ser nuestra búsqueda mayor: CRISTO.
Nuestra herencia está asegurada. Jesús está preparando lugar para nosotros (Juan 14:1-3). Y si en este mundo, muy probablemente no tengas “ni dónde caer muerto”, literal, Dios tiene una casa para ti. Una heredad, no terrenal, sino CELESTIAL. Recuerda, no eres uno más, eres un hijo de Dios, “real sacerdocio, nación santa”.
Feliz día.
Pr. Heyssen Cordero Maraví
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