Los efrainitas eran una de las tribus más grandes y fuertes de Israel. Eso los llenaba de orgullo y los cegaba constantemente. El orgullo jamás será un buen consejero. El creerse más que los demás solo traerá ruina y destrucción. Eso no se entiende fácil, muchas veces se entenderá con dolor y muerte.
Después de la victoria de Jefté contra los hijos de Amón, los efrainitas fueron a reclamarle a Jefté el porqué no les habían llamado para luchar juntos contra los amonitas. No era la primera vez que los hijos de Efraín actuaban así. Lo mismo había sucedido con Gedeón. Le hicieron el mismo reclamo después de que Gedeón derrotara a los madianitas. Sin embargo, en esa ocasión, Gedeón supo lidiar políticamente esa situación, y con diplomacia todo terminó sin mayores problemas.
¿Qué pasaba por la cabeza de los varones de Efraín para querer ser parte de la victoria sin haber peleado ni un minuto? Ellos buscaban gloria, honor, y como eran una tribu numerosa y fuerte, creían que podían amenazar y hacer y deshacer en Israel. Gedeón había manejado la situación y nunca llegaron a mayores. No obstante Jefté, que había perdido a su hija y estaba emocionalmente sensible, y tenía una formación diferente, pues se formó en la calle, no actuó igual. Jefté tomó la amenaza de los efrainitas como tal y los enfrentó en batalla. Como era suponerse, los Galaaditas junto a Gedeón, exterminación totalmente a los varones de Efraín. Ese día murieron 42 mil efrainitas.
Los efrainitas fueron por lana y salieron trasquilados. Pensaron que su numeroso ejército, y sus juegos de palabras iban a intimidar a Jefté, pero se encontraron con la “horma de sus zapatos”, y terminaron mal. Jefté no tuvo contemplación y los derrotó completamente. ¿Querían guerra? ¡Tuvieron su guerra! Creían que la gloria y el honor se puede reclamar con amenazas y bravuconadas, pues los efrainitas entendieron, con dolor, que eso no sería posible.
El orgullo jamás puede ser consejero de nada bueno. ¿Quieres gloria y honor? Se valiente y esfuerzado como Jefté para aceptar desafíos antes, y con la ayuda de Dios podrás lograrlo.
Feliz día.
Pr. Heyssen Cordero Maraví
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