Una vez más, después de la muerte de Aod, los hijos de Israel volvieron a hacer lo malo ante de los ojos de Dios, iniciando así nuevamente el ciclo vicioso del pecado, tal como lo vimos en el capítulo anterior. Esta vez, por causa de sus rebeldías, “Dios los entregó en manos” de “Jabín rey de Canaán, el cual reinó en Hazor; y el capitán de su ejército se llamaba Sísara, el cual habitaba en Haroset-goim” (Jueces 4:2). Los cananeos empezaron a oprimir cruelmente a los israelitas por 20 años, y como era de esperarse, los israelitas clamaron por ayuda a Jehová (v.3).
En aquellos años gobernaba en Israel, Débora, una mujer valiente y esforzada. Ella era profetiza y juez de Israel. La mujer mandó a llamar a Barac con un mensaje particular: “¿No te ha mandado Jehová Dios de Israel, diciendo: Ve, junta a tu gente en el monte de Tabor, y toma contigo diez mil hombres de la tribu de Neftalí y de la tribu de Zabulón; y yo atraeré hacia ti al arroyo de Cisón a Sísara, capitán del ejército de Jabín, con sus carros y su ejército, y lo entregaré en tus manos?” (Jueces 4:6, 7). Débora fue muy clara, Dios le había compartido el plan que tenía para liberar a su pueblo; y en ese plan estaba Barac. Sin embargo, por la respuesta que este hombre da, parece que no estaba seguro de seguir la voz de Dios.
Es difícil creer que Barac no creyera en Dios, pues él está en la galería de los hombres de Fe en Hebreos 11. No obstante, es más probable que su problema no era Dios, sino el mismo. Dicho de otro modo, Barac creía en Dios pero no creía en el mismo, no creía que un simple ser humano pueda ser usado en gran manera por Dios.
Barac le dice a Débora que no irá a batalla si es que ella no lo acompaña. Pero Débora deja en claro que ella le acompañara en la batalla y tendrán la victoria, pero que ESA VICTORIA no es POR LA COMPAÑÍA DE DÉBORA O LA ASTUCIA DE BARAC, NO. LA VICTORIA SERÍA EXCLUSIVAMENTE DE JEHOVÁ.
Aquél día Dios les dio la victoria. Barac fue usado por Dios para librar al pueblo de Israel de la mano del rey de Canaán, y de Sísara el capitán de su ejército. Pero por haber tenido que depender de Débora para hacer la voluntad de Dios, Dios no entregó a Sísara en su mano. Fue una mujer llamada Jael, una ama de casa, que termino matando a Sísara. Dios determinó entregarlo en mano de una mujer que ni siquiera pertenecía al pueblo de Israel (Jueces 4:17-24).
A pesar de su aparente debilidad, Barac tenía algo bueno, y es que él reconoció que en Deborah había una obediencia y autoridad espiritual que él respetaba. Vio en ella una mujer de poder con los que él sabía tendría éxito en la batalla. La iglesia no es el cielo, la iglesia no tiene estrellas que brillan por sí solas, no. La iglesia tiene hombres y mujeres imperfectas pero consagrados y obedientes que pueden hacer maravillas en las manos de Dios.
Feliz día.
Pr. Heyssen Cordero Maraví
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